Jesús En El Desierto

Lucas (4,1-13)

El Evangelio de hoy nos habla de que Jesús viene de un Jordán y entra a un Desierto. Similar a nuestras vidas, que de una experiencia de fe a través de un retiro, la escucha de un testimonio o un momento de profunda oración nos sentimos “fuertes” en nuestra vida espiritual, nos sentimos cercanos al Señor, bañados por el Agua Viva, pero de repente las situaciones del día a día, las del diario vivir nos sacan de ese Jordán y nos sentimos andando en el Desierto, con el corazón agreste y el alma arida. Jesús en su humanidad hizo este camino, no para mostrarnos q él lo superaría por ser el hijo de Dios. No, lo hace para darnos las pautas de lo que debemos hacer en todo momento de nuestra vida espiritual. Muy claro lo precisa el Evangelio y es dejarse acompañar, guiar y llevar del Espíritu Santo. Espíritu Santo que le permite, tanto a Jesús como a nosotros, identificar la voz y las intenciones de quien las pronuncia, así como darse cuenta que es ilusión pasajera y que es vida eterna.

Por qué ha de convertir Jesús la piedra en pan cuando Él es el Pan de Vida?, por qué ha de ofrecernos otra cosa obedeciendo una voz diferente a la del Padre? y una pregunta a nosotros sale de esta tentación: Que sentimientos brotan de nuestro corazón cuando ayudamos al necesitado, mostramos a Jesús o acaso somos tentados para que nos conviertan en ” su dios”?

Por qué ha de arrodillarse Jesús por lo que le muestran por un instante cuando Él es Alfa y Omega, como dice Juan en su prólogo, que la Palabra existia en el inicio de la Creación, Él que sabe en manos de quien está la Eternidad no se arrodilla ante lo efímero, ante lo pasajero, ante la mentira. Identifica al mentiroso, que ofrece algo sobre lo cual no tiene propiedad, pues acaso ha creado algo el señor de la mentira fuera de la ilusión y el engaño?

Jesús conoce su relación con Dios Padre, y no la somete a un “si” condicionado. Acaso esta Jesús con nosotros si no pecamos, nos ama si no le faltamos, nos espera si no lo defraudadamos?, no, Jesús está, nos ama y nos espera siempre, sin condición. Sin condición cumplio el plan de amor del Padre para nuestra salvación. Guiado en todo momento por el Espíritu Santo, espíritu de Luz, Gracia y Amor.

Pidamos al Espíritu Santo que nos guie en todo momento, que nos ayude a superar la tentación ante la necesidad y debilidad humana, que nos ayude a identificar lo efímero y a buscar las cosas que dan fruto en la vida eterna, a servir y amar al prójimo sin condición como lo hace Jesús.

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