Este es mi Hijo amado: oíganlo a Él
Mc 9, 3-10
La experiencia que se vive a partir de la contemplación de la Epifanía de Jesús quedaría incompleta si nos quedamos en las tiendas que propuso Pedro construir, y no aceptamos la invitación de Dios Padre.
El Padre declara a Jesús como su Hijo amado y pide que lo escuchemos. La primera declaración nos gastaría líneas y líneas y todos estaríamos de acuerdo de que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Y la invitación a escucharlo, la aceptamos? ¿O nos justificamos en el orgullo o en la pereza espiritual? ¿Puede nuestro testimonio de vida transfigurar una
permanente y plena escucha de Jesús? ¿Se transfigura Jesús en mí al prójimo a través de palabras de aliento, de un saludo, de un corazón que perdona y escucha , de manos dispuestas a servir y de pasos llevando el
Evangelio donde nadie quiere ir? Quizas escuchar a Jesús y seguirle da temor, no por miedo sino por la meta tan alta. Pero no estamos solos; en el Evangelio de Lucas nos da la solución y es la oración, ese diálogo con Dios es nuestra herramienta para caminar los pasos de Jesús.
Hoy es un buen día para orar con Dios y pedirle que a través de su Espíritu Santo podamos tener la valentía para dejar que Cristo se transfigure en nuestras vidas y
nos muestre el camino de nuestra misión.