Señor no soy digno de que entres en mi casa

En la liturgia del Rito Romano se reza la oración que recoge el Evangelio del apóstol Mateo en el dia de hoy. Durante la elevación, el celebrante  ordenado dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado el mundo…” y la asamblea responde: “Señor no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”. En lo personal es uno de los momentos más importante de la liturgia, que pasa de tener un carácter general a todos los presentes a ser particular de manera exclusiva a cada uno, es el momento de dejar entrar a Jesús a esa casa interior que es nuestro corazón; a ese corazón lleno de imperfecciones, de miedos, rencores, desilusiones, dolor, frustracion, prejuicios y que el entra a morar, no para hacer magia y que desaparezca lo que quebranta nuestro corazón, sino para darnos la fuerza a través del amor, la fe y la esperanza de que todo eso se puede superar y las cadenas que amarran nuestro interior él las romperá y llevará la luz a nuestro interior.

En esa invitación nos humillamos en humildad no en temor; y en esa humillación entendemos que la Misericordia que permitió la Encarnación de Jesús en el vientre de María, para que entrara en este mundo imperfecto, es la que hoy permite que se encarne en el corazón de todo aquel que le abre las puertas de su corazón, no para guardarlo de manera egoísta sino atesorándolo a través del servicio a los demás y un testimonio de vida que exprese que el Señor Viene y habita en nuestro interior, de manera especial en este tiempo de Adviento.

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