Juan 10, 11-18
Muchos de nosotros no podemos dimensionar los atributos y cualidades que definían a la persona que hacía en la antigüedad el oficio de pastor. Nuestras referencias se basan quizas en un libro, alguna película o dibujo animado. En la Biblia encontramos pasajes que nos muestran lo duro del oficio y lo valiente y arrojado que tenían que ser aquellos hombres y mujeres para realizar su oficio, siendo el caso de David quizas el más notorio; que enfrentó a un oso y a un león, en diferentes ocasiones, para defender su rebaño, para que no se perdiera ni una sola de las que le habían entregado su padre.
Y es en esta misma línea que Jesús se presenta a nosotros. Enfrentando al mal espíritu en el desierto, venciendo a la muerte en la cruz para poder llevar al Padre todas las ovejas de las diferentes naciones que forman el Pueblo de Dios. Para poder sanarnos de nuestras propias heridas causadas por los egoísmos, por la arrogancia, por la avaricia, por todos esos comportamientos que nos deshumanizan y no nos dejan amar, respetar y dignificar al prójimo .
De seguro nos agrada llamar a Jesús nuestro Buen Pastor; y la pregunta que debemos respondernos es por que lo llamamos así? Por temor, por lo útil o por amor?
Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a encontrar el real significado del Buen Pastor en nuestras vidas de manera que podamos ser bálsamo y venda para todo aquel que nos rodea. Que le podamos decir a Jesús tu eres el Buen Pastor y heme aquí Señor quiero ser tu instrumento para llevar tu mensaje y tu sanación.